Este pasado fin de semana viajé para visitar a mi familia. Entre ellos, algunas tías ya mayores. Hago esta introducción -explicativa- para aclarar que he tenido tiempo de consultar varios números del Hola en mi estancia en la casa de unas de estas (queridísimas) tías. Sí, amigos, el Hola. Pese a estar francamente interesada en la lectura del libro de Cercas "Anatomía de un instante", me dediqué en la tarde del sábado a esa revista.
Parece que en ella hay una sección dedicada a retratar con todo lujo de detalles las mansiones de millonarios
Recuerdo haber visto el reportaje sobre la inverosímil casa ibicenca del hijo de una baronesa de tronío y, también, la de una señora llamada Iris Cantor. La señora Cantor tiene no sé cuantos cuartos de baño; yo vi imágenes de alguno que era más grande que mi casa entera, con su sauna, su sala de peluquería y maquillaje... También varias cocinas, diseñadas al gusto de su magnífico chef, elegante y surtidísima bodega con armarios frigoríficos estilosos que permiten ver desde fuera su (valiosísimo) contenido y un repertorio de obras de arte que para sí quisieran muchos museos nacionales.
Desproporcionado el reparto del mundo. Imposible.
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