miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cuarenta y nueve asesinadas en España por la violencia machista

Hace unos meses en este blog publiqué un post a propósito de la violencia doméstica. Es terrible que, en el hogar, el lugar en el que vivimos, en el que estamos sin coraza siendo quienes somos sin más, en el que convivimos con los que amamos, haya alguien que imponga la tiranía de la violencia. Es una vergüenza, una gravísima lacra social que esto suceda.

Con frecuencia me pregunto sobre las causas y, a veces, me he hecho preguntas sobre el lenguaje que empleamos para referirnos a las personas con las que mantenemos relaciones de mayor o menor calado. Así, hablamos de "mi padre", "nuestra abuela", "su prima", "vuestras vecinas", "tu jefe", "mi delegada", "su amigo", "mi marido"... todas palabras que expresan y definen un tipo de vínculo, que califican el tipo de relación que se mantiene con esa o esas personas.

Cuando una pareja de hombre y mujer decide casarse, el oficiante hace una declaración del matrimonio definiendo a los contrayentes como "marido" y "mujer". Esto me asombra, porque si a ella la declaran mujer al casarse cabría preguntarse qué (de naturaleza física o química) ha cambiado en su ser para que se obrara el prodigio de devenir mujer en la ceremonia; ¿qué era ella antes de casarse?, ¿quizá un ficus?, ¿una bolsa de deporte?




¿Qué somos? Hombres, mujeres. Esas palabras definen nuestro ser desnudo de atributos. Si él habla de ella y dice "mi mujer" -que es lo habitual en nuestro idioma- parece ejercer un acto de dominio y posesión de todo el ser de ella; no hay límites entre lo primario de la existencia y la definición de la relación un poco al modo de los tiempos del esclava te doy, versión superioridad del varón y deber de obediencia de la esposa a la que hay que quebrar la pierna y mantener atada en casa a la pata de la cama. Vale, vale: la mayor parte de los hombres no son energúmenos. Hoy, y en lo que va de año, sólo 49 de todos los maridos o exmaridos, novios o exnovios han acreditado su entidad de energúmenos al asesinar a sus mujeres (porque eran suyas, de quién sino) y me aterra pensar la de cientos de miles que viven en el infierno del maltrato o de los golpes.

3 comentarios:

Simone Marie dijo...

Soy muy poco dada a que me pongan nombres, lo de "mi mujer" me escama, sobretodo porque me he negado a casarme y me negaré toda la vida, pero vamos que tienes mucha razón en lo que dices de que parece que tiene que venir el cura a decirte que eres mujer.

A ver si pare el año que viene el número de mujeres asesinadas es 0 porque es de vergüenza.

Saludos!

(*4*)trazos dijo...

Dice poco de la sociedad en que vivimos, es verdad...

Doctriz Mapache dijo...

Un +10 para usted señorita difusa.